"Memorias del pasado", un libro donde prevalecen el frío y el hambre que vivieron dos hermanos en los campos de refugiados.
“Memorias del pasado” es un libro de autor editado en Neuquén, que podría ser como muchos otros textos autorreferenciales, pero no lo es. Recupera la historia del siglo pasado a través de la memoria de dos niños que lograron escapar del hambre y del frío de los campos de refugiados de la Segunda Guerra Mundial para empezar una nueva vida en la Argentina y que fue legada a sus descendientes en una serie de grabaciones recuperadas ahora.
El texto refleja “el horror sufrido por ciudadanos alemanes y sus familias en las regiones de Yugoslavia, Rumania y Hungría durante la invasión rusa que llegó hasta Berlín y derrotó al ejército nazi de Adolf Hitler”, y que alcanzó a los pequeños Franz y Sebastián (Basti) Schubert, que lograron sobrevivir, refugiarse en la Argentina y dar testimonio del horror.
“Memorias del Pasado” es una transcripción realizada por María Elizabeth Shubert (Lisi) de siete casetes grabados por su tío Sebastián (Basti) Shubert, que imposibilitado de ver, quiso dejar un testimonio de vida sobre el horror vivido y sobre la llegada a la Argentina.
“Basti” nació en Buenos Aires en 1931 tras la llegada de sus padres y sus hermanos Hans y Franz desde Alemania dos años antes. La muerte de su madre cambió el destino de los niños que fueron enviados con su abuela nuevamente a Alemania a la región del Banat.
“En la medida en que Alemania fue perdiendo la guerra –relata Basti–, el avance ruso pasó por nuestras zonas y ahí empezó nuestro problema porque los partisanos, que eran serbios, empezaron a formar grupos de forajidos, vándalos”.
Recuerda los saqueos a las casas, el traslado a otros pueblos de miles de mujeres y hombres “hasta que un día juntaron a los que eran menores de 15 años y a la gente mayor y los llevaron a 60 kilómetros de mi pueblo a orillas del río Tais”.
El hombre describe detalladamente el hambre y el frío que sufrían durante los inviernos crudos con mucha nieve en barracas donde dormían en el piso y sin frazadas.
“La sopa de arvejas y el pan (muy duro) era nuestra comida y arriba de la sopa se veían flotar unos bichitos. Entonces, tapábamos la ollita que teníamos para comer y con una cuchara sacábamos los bichitos y se comía”, dice.
Franz y Basti perdieron de vista a su hermano Hans, de quien nunca más supieron nada, sobrevivieron a varios campos de refugiados de donde escaparon hasta que pudieron gestionar sus pasaportes para poder viajar a la Argentina en busca de su padre, gracias a que Basti había nacido en Buenos Aires.
“Al fin se puso en marcha el barco”, recuerda Basti como si ahora mismo la nave comenzara a avanzar, hasta que 17 días después, en el año 1948, llegaron al puerto de Buenos Aires y fueron alojados en el Hotel de Inmigrantes que aún se puede visitar en la zona portuaria.
El haber pasado hambre durante los cuatro años que permanecieron en campos de refugiados es un tema recurrente en el relato: “Pasados unos días de nuestra llegada, comenzamos a recorrer las calles de Buenos Aires, veíamos las panaderías repletas de pan, facturas, había de todo para comprar. En las carnicerías, nos sorprendían las medias reces y ver al carnicero cortando a mano con serrucho y cuchillo para vender a la clientela que siempre era mucha”.
“Nos dimos cuenta inmediatamente de que la comida en la Argentina no nos faltaría y eso, después del hambre que habíamos pasado, era para nosotros como tocar el cielo con las manos”, rememoró.
Tras 15 años, ambos hermanos se reencontraron con su padre y de esa forma pudieron emprender un nuevo proyecto de vida en la localidad bonaerense de Marcos Paz.
Los hermanos Franz y Sebastián Shubert compartieron una vida juntos: Franz se casó con Julita y tuvieron cuatro hijas; Basti nunca se casó, quedó ciego a los 40 años pero, tal vez por su historia de sortear obstáculos en la vida, pudo superarse y continuó trabajando junto a su hermano en el aserradero familiar con una habilidad que sorprendía a propios y extraños.
Franz falleció en el año 1992 y Basti en 2012. Solo la muerte pudo separarlos, pero su historia de vida quedó registrada con la voz firme del hermano que decidió legarla como narración para que el espanto no fuera olvidado.